Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

domingo, 3 de enero de 2010

TAN ROJO...



La rojiza arena se comia la maltrecha carretera, la brisa la llevaba con tranquilidad de caracol mientras las palas mecanicas trataban de luchar con las fuerzas naturales que durante milenios han movido a su antojo aquellos inmesos arenales traidos desde el mismo sahara. La cola de vehiculos era larga, muchos pasajeros y conductores se habían apeado para disfrutar del grandioso espectaculo de los medanos que se inponian ante los turistas que nunca se imaginaron encontrarse con aquellos gigantes moviles saharianos en América.

Ella era una de las pocas personas que permanecia en su auto, estaba inquieta, queria que terminara todo de una vez, y que los obreros finalizaran rapidamente sus trabajos, que despejaran la carretera para seguir su camino y llegar a la casa que la vio nacer, a enterrar a la madre que una vez abandono y que durante más de treinta y cinco años dejo de hablar y de ver. Ya habia olvidado la razón de su partida y extrañamente también el por qué de su distanciamiento hacia la madre que por tanto tiempo había permanecido en el más oscuro secreto. El sol falconiano hacia de las suyas y aunque tenia el aire acondicionado prendido sentia calor, el sueño la consumia despues de casi 6 horas de viaje y la desesperación por terminar con todo aquello, hizo que se bajara del auto, hipnotizada camino sobre la arena y tomo un sendero que nunca imagino... un aroma de leña quemada... de carne de chivo descompuesta, de sangre de animal y de tierra humedad y el sudor de hombre... rojos se pusieron sus tenis, la arena entraba por todos lados, su piel era acariciada por la brisa areniscada y su cabello ahora de dorado trigo parecia otro sol en el desierto... sintio el abrazo maldito, el pecho humedo y fuerte que se pego a su espalda, y el susurro amenazador con que le dijo: quieta chivita, toito etan muy lejo... poltate bien y sabras lo que e bueno... la mano bajo a sus pequeños senos de niña y asi como levanta el viento las arenas, el monstruo la levanto y se la llevo al más alejado medano. Cansada volteo y no vio nada solo los rojos y naranjas arcillosos del paisaje, ya los autos no se veian era solo ella entre el suelo movil y el azul intenso del cielo... tirada boca arriba su unico universo se habia limitado a aquellas nubes blancas que veia con dolor, con inmenso dolor... el monstruo saciaba su hambre, la desgarraba y se desgarraban las nubes, trataba de ver en ellas animalitos dulces, formas amigables y serenas pero en cada venir y devenir de aquel maldito se desfiguraban para convertirse en nefastas criaturas que hasta ahora proseguian en sus sueños... y que durante mucho tiempo la atormentaron sin saber la razón de tan extrañas pesadillas... desperto sudorosa con el ruido atormentador de mil bocinas, ya la carretera estaba despejada y ella era la única que no avanzaba... prendio el auto y doblo en "U" y retorno a su presente... dejo atras los bellos y rojizos medanos, tan bellos y rojos como los labios de niña que una vez fueron mancillados, tan rojos, pero ta rojos como la sangre que broto de su vagina herida, tan rojos como la marca que le dejo su madre en el rostro cuando le conto lo que aquel hombre que ella le había impuesto como padre le había hecho sobre la mismisima arena del desierto... tan rojo pero tan rojo como la furia al sentirse humillada por la mismisima madre que la tildo de embustera y malaintencionada... tan rojo tan rojo como la llama con que incendio el rancho materno, tan rojo tan rojo como la mancha que dejo la sangre de sus pies cuando corrio descalza mientras huia para no volver, desterrando aquel pesado y cruel momento, no volteo ni siquiera para ver si la seguian, simplemente queria desaparecer de aquellos rojos... rojos tan rojos que hicieron de ella una cromofobica y en especial al color rojo.

Miro por el retrovisor y ya no se veian las grandes montañas de arenas, ya no se veia el rojo maldito de sus recuerdos... miro al frente y solo vio azules, azules hermosos con nubes, muchas blancas y serenas nubes, con miles de formas, todas amistosas y amigables.
Por Félix Esteves

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